Amor, dolor y viceversa - Roque Baños
En “Amor, dolor y viceversa” estamos ante un thriller en el que las cosas no son lo que parecen y en el que la historia se cuenta desde distintos puntos de vista, para dar opción a que el espectador piense por sí mismo y saque sus propias conclusiones.
El argumento del film es ciertamente interesante. Chelo es una mujer que trabaja en un gabinete de arquitectura. Vive obsesionada por encontrar al hombre de sus sueños, lo que le lleva a ver cómo fracasan sucesivamente las relaciones que establece con distintos hombres. Por otra parte, Ricardo es un joven cirujano que está saliendo con Marcela, una artista con mucho talento con la que finalmente ha decidido casarse. Desde hace un año Ricardo tiene un pequeño problema: todas las noches sueña de forma obsesiva con otra mujer a la que no consigue ver el rostro y que acaba asesinándole en el sueño.
La historia va complicándose a medida que avanza, sobre todo cuando Chelo hace intervenir en su vida a la policía, contándoles una historia falsa. De esta manera el espectador debe estar atento a la evolución de los acontecimientos y de los personajes y la banda sonora se convierte en un elemento fundamental para conseguir dirigir la mirada del que está viendo el film. Es pues una historia compleja, que gira una y otra vez sobre sí misma manipulando la percepción de lo que estamos viendo.
Debido a ello este tipo de historias suelen tener un atractivo especial para el compositor, por lo que no es extraño que Roque Baños afirme a propósito de su trabajo: “Esta es una música de las que más orgulloso me siento, salida de ese desván en el alma donde rara vez nos adentramos por el miedo que nos da descubrir algo que no nos guste. Algo que nos traiga recuerdos de una historia inacabada, de un amor perdido, de un sueño frustrado, o de alguien perdido.
“Amor, dolor y viceversa”, o “Violanchelo” como se llamó provisionalmente, es una película que me lanzó a buscar la llave, abrir la chirriante puerta y desempolvar algunos recuerdos, para intentar acercarme al corazón de ese personaje, interpretado magistralmente por Leonardo Sbaraglia, y expresar su amor, su dolor, o viceversa”.
Efectivamente nos encontramos ante una música sugerente, que se mueve por caminos que no llegan a ser melódicos. Girando sobre unas pocas notas, la banda sonora desarrolla unas figuras obsesivas, que contribuyen a la sensación de desequilibrio en el comportamiento que observamos en los personajes.
El resultado es un trabajo magnífico, que expresa sin necesidad de palabras toda la inestabilidad que atrapa a los protagonistas y que les lleva a situarse en posiciones extremas, que la música termina de definir con precisión.
Juan Ángel Saiz
